RACCONTO
Juzgo los sucesos desde hoy, nuestro pasado. Es imposible hacerme a la idea de no estar compartiendo tus instantes de la misma forma que lo hacía diariamente.
Vives conmigo en forma permanente, presente siempre en todos mis actos, aun los más superficiales y monótonos.
Convivir contigo fue darla una nueva dimensión a la vida, respirar el oxígeno puro de las cimas más altas y tener olor a aromo entre mis falanges, cada vez que respiraba mis manos para absorberte, porque estabas entre mis dedos, sumergido en la piel de mi brazo, que apretabas con orgullo, como si fuera la única posesión que te permitías.
Sin embargo, estás también en mi esencia. No pernoctamos juntos pero marchamos unidos hacia nuestro destino, luchando y peleando como héroes, a fin de encontrar nuestra fibra más íntima y dejarla traslucir en nuestra acción.
Estabas como olvidado de ti, cuando me encontraste, a la vera de tu ruta. Olvidado de ti, olvidaste hasta los valores más sublimes, hasta que mundo subjetivo y lo escondías muy adentro de ti, como desesperado para que el ajeno no lo intuyera.
Y aparecí de repente yo, esta personita endeble, fuerte en intelecto aunque pueda convertirse en ceniza, si lo soplas con premura. Yo, con todas mis virtudes y todos mis defectos, que sólo comprendió tu valor por el ideal que escondía tu poesía y se enamoró de la poesía, luego del ser que transmitía esa poesía y más tarde de la mirada, de las manos, del corazón de ese hombre.
Han pasado ya muchos años desde nuestro casual encuentro, llevando pegadas las almas en un solo ser. Revoloteamos por separado y nos reencontramos en esas minúsculas entrevistas siempre apuradas. Sin embargo, somos uno, en uno solo, unidos para siempre.
Vivimos literalmente como amigos inolvidables; estás conmigo, sin estarlo en la realidad, a veces. Sé todo lo que me hubieras dicho frente a tal situación, cómo hubieras juzgado los hechos que me atañen; te pregunto y puedo responderme a mí misma en tu nombre. Conozco hasta tu reacción y el movimiento de la médula de tu espina dorsal, cuando no estás conforme con mi proceder. Lo siento a través del hilo telefónico que relaciona tu voz con la mía, porque todavía se tutean más nuestras voces que nuestros cuerpos: tienen mayor intimidad.
Hoy nace en mí reencarnarte a través de estas palabras para que los otros tengan noción de lo que encontrarte, como amigo incomparable. Mientras vivas no podrás zafarte de este encuentro ni liberarte y plasmarte en otro, con la intensidad de lo nuestro. Eres, para el resto de tu existencia, un producto mío, como yo soy para ti tu producto. Convivimos como dos entes matemáticos, el uno en relación con el otro, para combinarse en múltiples formas, llegando hasta el cálculo infinitesimal. Te cedo el honor de ser producto o el resto: me es absolutamente indiferente: el resultado es y será el mismo: somos dos en uno, dos cuerpos y un alma, dos almas en un ser, dos mentes vivas en una sola creación, dos obras maestras en el arte universal.
martes, 24 de julio de 2012
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